En el corazón mismo de la mina de Naica, en el estado mexicano de Chihuahua, encontramos una de las geodas de selenita más importantes del mundo. Contiene los cristales más grandes del mundo, pero sus condiciones no permiten disfrutarlas durante mucho tiempo: está a trescientos noventa metros de profundidad, más de cincuenta grados de temperatura y un cien por cien de humedad.
Es peligroso permanecer en este lugar más allá de ocho minutos si no queremos deshidratarnos. Lo habitual es salir sedientos y con la ropa empapada por el sudor.
Estos enormes cristales pueden alcanzar los doce metros de largo, pero sólo hay cuatro lugares en todo el mundo donde pueden observarse mayores de un metro: Segóbriga, en Cuenca , Pulpí, en Almería, la mina del Teniente, en Chile, y esta de Naica en México, la que contiene los cristales más imponentes.
Fue descubierta por casualidad en el año 2000 por los geólogos de Industrias Peñoles, la compañía que explota la mina de Naica, una de las mayores dedicadas a la extracción de plata y plomo. Cerca de la Cueva de los Cristales hay otra cavidad parecida, pero mucho menos especacular, la «Cueva de las Espadas».
La Cueva de Los Cristales está asociada a una falla por la que desde tiempos inmemoriales fluye el agua, que ha ido disolviendo la roca caliza hasta formar grandes salas. El agua que circulaba por la cueva, hasta que fue drenada por la actividad minera, era muy rica en sulfatos y en calcio, que es precisamente la composición del yeso.
Todo comenzó hace 23 millones de años, cuando se embolsó en Naica una gran cantidad de magma caliente procedente de las profundidades del planeta que, en lugar de salir a la superficie, se quedó atrapado allí. El magma generó fluidos muy ácidos, lo que dio lugar a su vez a sulfuros de plata, de plomo y de zinc. Al final, se formó anhidrita (sulfato de calcio), que es lo mismo que el yeso, pero sin agua. Y el agua subterránea fue lavando todo continuamente. La anhidrita se forma a 150 grados, pero con el tiempo se enfría, de forma que en la zona que está más próxima a la superficie la temperatura cayó por debajo de los 58 grados. Y debido a esto, la anhidrita se volvió inestable y se disolvió, al mismo tiempo que el yeso se iba estabilizando. Es decir, se produjo un cambio de fase, durante el cual la anhidrita iba desapareciendo lentamente a la vez que se formaba yeso. Para que estos cristales sean tan grandes es necesario que se forme un número muy escaso de ellos. Y para que eso suceda hace falta que haya un aporte de material muy pequeño, pero continuo.
Se sabe que los cristales se formaron precisamente a esas temperaturas porque se han encontrado en el interior de algunos de ellos unas burbujas de aire, que se conocen como inclusiones fluidas, que quedan atrapadas en el momento en que el cristal se forma. Cuando se analizaron, se encontró en esas burbujas el agua con todos sus componentes originales. Es decir, el agua a partir de la que crecieron los cristales, observándose que se habían formado a 56 grados. Si la temperatura hubiera sido inferior, por ejemplo de 40 grados, se habrían formado muchos cristales pequeños, que es lo que ocurre generalmente, y no unos pocos tan grandes.
Fue una especie de milagro. Durante millones de años, se han mantenido en la Cueva de los Cristales estas precisas condiciones de temperatura y aporte de material en pequeñas dosis. No es posible saber exactamente cuánto tiempo han tardado los cristales en formarse, porque durante largos periodos el crecimiento se detuvo, al subir o bajar las temperaturas. Los cristales se han formado, pues, a lo largo de diversos episodios de crecimiento, intercalados con otros de inactividad.
Actualmente, los cristales no están creciendo, porque la cueva se secó hace veinte años, cuando los mineros extrajeron el agua para explotar el siguiente nivel. La mina va ya por los 700 metros de profundidad, así que ahora está al aire todo lo que antes estaba sumergido.
La gran humedad del ambiente mantiene los cristales. Si no fuera así, el yeso se secaría, perdiendo sus dos moléculas de agua y volviendo a convertirse otra vez en anhidrita.
Gracias al grado de humedad actual la cueva puede aguantar así, sin crecer pero sin destruirse. Si se volviera a inundar, el crecimiento de los cristales también se reanudaría. «Puede que esto suceda una vez que la mina deje de explotarse, dentro de unos veinte años, y el bombeo de agua se detenga. Todo volvería a inundarse y a quedar como al principio. O puede que se siga bombeando el agua para que la cavidad no se inunde y se convierta en un patrimonio que todo el mundo pueda visitar».
El trabajo de los científicos en su interior es duro, es como estar en una sauna pero vestido y trabajando intensamente. Cada mañana, al entrar, toca revisión médica. Luego entras, estás ocho minutos, sales deshidratado y necesitas litros de agua y bebidas isotónicas. Media hora de descanso y otra vez adentro, otros ocho minutos más.
Enlaces para ver fotos e información de la cueva:
www.mexicodesconocido.com
Bibliografía:
Bibliografía:
www.abc.es, Artículo "El tesoro de la Cueva de los Cristales ", por JOSÉ MANUEL NIEVES.
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