viernes, 15 de mayo de 2020

La “Venta Quemada”, sierra del Camero Viejo (LA RIOJA)

Dibujo de la leyenda, foto del autor@ en el  blog tracksrioja

A largo del siglo XIX se produjo un flujo importante de emigrantes españoles a Ibero América. Muchos de ellos fueron riojanos. Y el Camero Viejo fue una comarca de la que salieron gran cantidad de jóvenes en busca de mejores condiciones de vida. Son tiempos de crisis para el modelo económico basado en el ganado lanar y las cañadas, los caminos ancestrales utilizados para los desplazamientos trashumantes se utilizan cada vez menos. En el pensamiento de aquellos que se fueron a “hacer las Américas”, siempre está el deseo de volver algún día a su tierra. Unos no lo harán nunca, y otros, tardarán muchos años en regresar. Pero a una parte de ellos les sonreirá la fortuna y volverán ricos y acaudalados, son los “indianos”.

Y todos estos elementos forman el escenario de un suceso trágico, una equivocación que muestra el lado más mezquino y miserable de aquellos tiempos: la leyenda de “La Venta Quemada”.

LA EMIGRACIÓN
Entre 1895 y 1915 se produce el período de mayor auge de la emigración española a Ibero América, a países como Argentina, Chile, Venezuela, Cuba o Brasil. Las duras condiciones de vida en la Sierra motivan que, sobre todo los jóvenes, se embarquen rumbo a América en busca de un futuro más prometedor. Sin embargo, parten con intención de volver a su pueblo. Gran parte de ellos regresaron. Los emigrantes (también llamados “indianos”) que volvían con mayor fortuna hacían frecuentes donaciones económicas, mejorando la educación, los servicios o las infraestructuras de sus pueblos. Otros, se afincaron definitivamente en los países que los acogieron, pero sin olvidar sus orígenes. Sus descendientes se reparten por la variada geografía Americana. Actualmente, el Gobierno de La Rioja tiene un programa denominado “Volver a las Raíces”, que permite a descendientes de riojanos emigrantes visitar la tierra que dejaron sus antepasados.

Hayedo en el camino de subida al paraje de la "Venta"

La Primera Guerra Mundial frenó las migraciones hacia el continente americano. Una vez terminado el conflicto la emigración se orientó hacia los países europeos, especialmente hacia Francia. No obstante, a partir de 1914 disminuyó el número de emigrantes, experimentando la población riojana un moderado crecimiento.


LA VENTA
Es otra pieza del escenario. Hoy en día, en las principales carreteras, encontramos lugares donde poder tomar algo, comer o dormir. En aquellos tiempos, las cañadas eran vías importantes de comunicación, aunque estaban en decadencia. Y las “ventas” eran lugares donde hacer un alto en el camino, para comer y descansar.

De hecho, ya lo decía la copla:
No hay ningún río sin puente
ni camino sin vereda,
ni vereda sin parada,
ni parada sin su Venta”.


En nuestro itinerario pasaremos junto a los restos de dos ventas muy próximas entre sí: “La Venta Quemada” y “La Venta Caída”. Pero no eran las únicas, había otras como la “Venta de Almarza”, “Venta de Muro” o “Venta de Torre” de las cuales quedan escasas ruinas. Estas ventas estaban situadas en el trazado de una de las más importantes vías pecuarias españolas: La Cañada Real Soriana Oriental. Esta vía inicia su recorrido por La Rioja en el puerto de Piqueras, y discurre por la divisoria de aguas de los ríos Iregua y Leza hasta Clavijo. Después se dirige hacia Murillo de Río Leza, siguiendo la margen izquierda del río Leza hasta enlazar con la Cañada del Ebro.

Junto a las ruinas de la la "Venta Quemada"

En los alrededores de la Venta Quemada se dice que había una ermita dedicada a la Virgen de Codés, de la que hoy no queda rastro alguno. Eran frecuentes las ermitas consagradas a las diferentes advocaciones a lo largo de las cañadas, formando parte de la cultura pastoril. Asimismo, también cabe resaltar que las ventas estaban situadas generalmente en lugares apartados, siendo frecuentes los robos y asaltos a los viajeros.

Mención especial merece la “Venta de Piqueras”, situada en esta misma Cañada, cuyo conjunto arquitectónico estaba formado por la ermita de la Virgen de la Luz, la venta, los corrales y un rollo de piedra donde impartía justicia el merino de las Trece Villas. Esta venta ofrecía cobijo y puchero a viajeros, carreteros y ganaderos, siendo también descansadero de ganados y tratantes de toda La Rioja cuando acudían con sus reses a las ferias de Almarza, Soria y Almazán.

Paraje de la “Venta Quemada”. Las ruinas de la venta están ocultas en el bosquete de la derecha.

A finales de los 90, el Gobierno de La Rioja y la Hermandad de las Trece Villas promovieron la recuperación del conjunto arquitectónico de la Venta de Piqueras. Hoy por hoy, funciona la Venta que, a su vez, sirve de sede para La Hermandad, y también alberga una exposición permanente sobre la trashumancia. Asimismo, se realizaron obras de mejora en la ermita.

LA LEYENDA
Cuentan que una noche de tormenta llegó a la Venta un viajero. Un Joven de buen porte, bien vestido y con bastante equipaje. En apariencia, un caballero adinerado. Pidió alojamiento para esa noche. Más tarde compartió cena y conversación con la familia de la Venta. Mientras hablaba con ellos, el caballero sonreía y recordaba para sí. No en vano ya conocía el lugar, porque nació allí. De muy niño se marchó a América con un pariente, y ahora volvía rico para visitar a su familia, que no veía hacía varias décadas.

Prado de Libarache, en el camino de subida

Charló con ellos animadamente, pero no quiso confesarles quien era. Quería sorprenderles al día siguiente. Así que no tardó en despedirse de ellos, y se acostó temprano para madrugar y contar a sus padres su verdadera identidad, sus negocios y los proyectos que tenía en mente.

Pero los venteros también tenían sus planes. Y viendo que era rico, le acecharon hasta que cayó rendido. Entonces entraron en la habitación y le asesinaron para robarle. Seguidamente, revolvieron sus pertenencias buscando dinero o joyas y, mientras esto hacían, encontraron una cartera que contenía unas cartas. Al leerlas, se dieron cuenta de que el distinguido caballero que habían matado era su hijo y hermano.

Estaban desconcertados por lo que habían hecho y sus consecuencias. Así que decidieron prender fuego a la Venta y huir lejos de allí. Después de aquello, nadie volvió a saber de ellos, quedando como testigos de aquella horrible noche las piedras de la Venta...

CÓMO LLEGAR
Seguiremos la N-111 que une Logroño con Soria. Al llegar a la localidad de Pradillo, nos desviamos por la LR-454 al pueblo de Gallinero de Cameros. Antes de entrar, se ve a la derecha una pista que se interna que un barranco. Dejamos el vehículo en sus cercanías.

DESCRIPCIÓN
Cogemos la pista que sale a la derecha a la entrada del pueblo y que asciende por un frondoso hayedo por el barranco de Gallinero –NE-. Tras casi dos kilómetros hayamos una bifurcación, siguiendo por la izquierda –NE-. La vía mantiene su altura, y pronto vuelve a dividirse en dos. Ascendemos por la derecha, acompañándonos los robles –NE-. La cuesta se endurece, culminando en el Prado de Libarache. Poco antes de llegar, dejamos otro camino a la derecha –SE-. El paisaje es hermoso, y es fácil descubrir animales pastando en los límites con el hayedo. Nos alejamos del refugio y seguimos las difusas rodadas que se adentran en el bosque –SE-. De camino, pasamos junto a una captación de agua y, enseguida, nos cruzamos con una pista que surca un espeso pinar. 


Cumbre de Horquín

Avanzamos por la derecha –SW-. En pocos metros hayamos una encrucijada. Primero, ascenderemos al pico Horquín y después retornaremos a este mismo punto para proseguir por una senda que baja a la izquierda –SE-. Ahora, como hemos dicho, subimos al pico por el cortafuegos que tenemos de frente –SW-. Advertiremos diversos mojones que señalan su condición de cañada. Arriba, se suaviza el camino, si seguimos por el mismo (para no perder altura, podemos progresar por el cortafuegos hasta la cumbre, pero el trayecto está peor) rápidamente desciende desembocando en otra pista que remontaremos por la derecha –NW- hasta la torreta que corona la cumbre –1584 m-. Disfrutamos las magnificas vistas de los bosques y valles cameranos, regresando a continuación a la anterior referencia.

Acometemos la bajada que estaba pendiente, depositándonos en otra ancha pista y frente a un extenso prado. Este es el paraje donde se oculta la Venta. Nos movemos por la izquierda –NE-. A los 150m, discurrimos por una suave cuesta, y a la derecha del camino se advierte un bosquete de robles. Entre zarzas y maleza se ven vestigios de muros y estancias, que es lo que queda de la “Venta Quemada”.

La Venta Caída


“Venta Quemada”. Las ruinas de la venta están ocultas en el bosquete de la derecha.

Nos alejamos de ella, por la vía y dirección que llevábamos –NE-. Tras recorrer algo más de un kilómetro dejamos una trocha que se interna en el bosque por la izquierda. Enseguida, viramos a la izquierda –NW- por un paso que abandona el cordal. A la derecha del mismo, y lindando con el bosque, podemos ver algunas piedras que representan las últimas huellas de otra Venta que daba descanso al caminante que transitaba por la cañada: la “Venta Caida”.

Camino de vuelta
Bajamos raudos, alcanzando otro desvío aledaño a un establo para el ganado. Continuamos de frente, o por la izquierda –NW-, según se mire. Como a un kilómetro y medio después, desechamos otra derivación que baja por un barranco a la derecha. Proseguimos por la izquierda –NW-, bordeando el alto del Cerrillo, sin ganar altura. A los dos km se inicia una cuesta que acaba encontrándose perpendicularmente con una pista. Andamos por la izquierda –SE- algo menos de 300 m, llegando al cruce donde, al principio de la ruta, comenzamos la subida al Prado Libarache. Antes de llegar a este cruce, buscamos a la derecha –NW-, entre el prado y los majuelos, las marcas del GR93. Ya sólo nos resta seguir las marcas que nos llevan, entre encinas, robles y majuelos, hasta nuestro inicio en Gallinero de Cameros.

MAPA


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Bibliografía
Libro "Paseos por Parajes Olvidados de La Rioja"
https://espeleogel.blogspot.com/2010/07/las-canadas-reales-y-otras-vias.html

Texto y fotos
José María Rey García

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