domingo, 18 de abril de 2010

La Fiesta de La Pingada (La Rioja)

Tostado del pan para las "pingadas"

La fiesta de la "Pingada" de Préjano. 

La "Pingada" se celebra en la localidad de Préjano, uno de los últimos sábados del mes de enero. Durante las horas que dura la fiesta -de seis a nueve de la noche-, las gentes del pueblo impregnan en aceite centenares de rebanadas de pan de pueblo; seguidamente se tuestan y, finalmente, al entregarlas a los asistentes, se les añade azúcar o sal y ajo. Los visitantes están invitados a degustar estas deliciosas "pingadas" y a visitar las instalaciones del antiguo trujal (molinos de aceite) que todavía hoy sigue en funcionamiento. 

Preparación de las "pingadas"
 
El olivo es uno de los cultivos destacados en la comarca de Arnedo. Entre diciembre y principios de año se recoge la producción, llevándose a los trujales para su transformación en aceite. Hoy las almazaras tienen modernas tecnologías, pero el de Préjano sigue funcionando con las técnicas de mediados del siglo XX, y los vecinos del pueblo muelen las aceitunas que recogen cada invierno. En tiempos pasados las gentes de Préjano molían su cosecha -generalmente, el aceite que se obtenía era para consumo propio- en el trujal, en el turno que les hubiese tocado en el sorteo del día de la Inmaculada; una costumbre que ha seguido vigente hasta hace pocos años. La cosecha se recogía en función de la fecha que tocaba moler, para que la oliva no sufriera la fermentación de un almacenaje prolongado. Hoy en día se prensa toda la oliva de los socios, repartiéndose los litros obtenidos proporcionalmente a los kilos que cada uno ha aportado. 

Piedras de molino del Trujal
 
La recolección sigue manteniendo su carácter familiar, siendo el vareado manual de las ramas o el uso de escaleras las artes empleadas para forzar la caída de las olivas en mantas o redes. Una vez limpia, la cosecha se traslada al trujal. La oliva se va descargando en la tolva, que lleva el fruto a la parte central de los rulos que lo trituran sin cesar. La pasta obtenida discurre por un canal a la termobatidora, para ser batida y calentada a una temperatura de 30-35 grados que la dejará en condiciones optimas para extraer el aceite. La pasta batida se va repartiendo en capachos de esparto, apilados sobre una vagoneta para facilitar su traslado a la prensa hidráulica. Se suelen acumular unos 60-70 capachos, llevando 420 kg de aceituna aproximadamente (unas 10 fanegas). Seguidamente, la prensa hidráulica genera un chorreo incesante del aceite contenido en los capachos, el cual se recoge finalmente en las tinas. Estos depósitos decantan las aguas turbias, permitiendo el paso del aceite menos pesado y limpio de impurezas a las siguientes pilas. Una vez terminado el trabajo, se limpian los depósitos para que los utilice el siguiente socio. Las aguas e impurezas filtradas en las tinas se decantan nuevamente en otros cuatro depósitos denominados "infiernos". Todavía hoy, del primer infierno se sigue utilizando el aceite residual, tanto a nivel particular como para emplear en la fiesta de la "pingada". Tampoco se desperdician el huesecillo y pasta resultante del prensado; parte de ello, se emplea como combustible de la estufa que calienta los tubos de agua bajo la termobatidora; y el resto se envía al Hijar para la elaboración de jabones y otros aceites. El pago al trujal se realizará tras conocer los gastos generales de funcionamiento del mismo y los kilos molidos, pagando cada socio su parte proporcional. 

Maquinaria de prensado

 Antaño, durante el tiempo en el que permanecía activo, el trujal era un centro social donde se reunían las gentes del pueblo; los niños, después de clase, se acercaban por el trujal para untar pan tostado en el horno del molino con un poco del aceite que se extraía, y a su vez lo aderezaban con azúcar o sal y ajo. Finalmente, la "Pingada" cerraba el ciclo anual de recogida de la cosecha e iniciaba la nueva temporada. La actual fiesta recuperó en el año 1997 esta tradición. Desde entonces, se ha extendido a otras localidades de la comarca, rememorando esta costumbre y preservando la cultura del trujal y su tradición.

Texto y fotos
José Mari Rey García

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