lunes, 15 de julio de 2019

LOS DOLMENES DE NALDA (LA RIOJA)

La palabra DOLMEN deriva de las lenguas bretonas y celtas, donde DOL significa “meseta” y MEN es “piedra”. Son edificaciones megalíticas, es decir, formadas con grandes piedras. Fueron construidos por diversas comunidades humanas, desde el Neolítico hasta un momento indeterminado de la Edad del Bronce (V-III milenio antes de Cristo).

Peñas de San Marcos y divisoria de aguas del Leza e Iregua

A principios de los años noventa se descubren y estudian una serie de dólmenes que surcan la divisoria de aguas entre las cuencas del Leza y el Iregua. Gran parte de ellos se hallaban intactos, aportando valiosa información para los arqueólogos. El ajuar encontrado en su interior es el habitual en estos sepulcros: instrumentos de sílex y fabricados con huesos, restos cerámicos, y adornos personales de diversos materiales y metales, algunos de oro.

Se han descubierto hasta la fecha una decena de dólmenes en las cumbres de los Cameros. Alguno de ellos se ha restaurado recientemente, pero la mayoría no ha sufrido grandes cambios. A lo largo de nuestra ruta visitaremos tres de estas sepulturas, y disfrutaremos de hermosas vistas desde el cordal que separa los valles que forman los Cameros.

EL NEOLÍTICO
La vida de los grupos humanos comienza a basarse en la agricultura (cultivo de cereales y legumbres) y la ganadería (ovejas, cabras, vacas y cerdos); no obstante, la caza y la pesca siguen teniendo importancia. La capacidad de controlar su producción de alimentos favorece la creación de comunidades sedentarias y el aumento de la población, surgiendo en los valles los primeros poblados. Por otra parte, son artífices de importantes innovaciones tecnológicas, tales como la elaboración de recipientes cerámicos, el desarrollo de la cestería o el pulimento de la piedra, incidiendo notablemente en su organización social. Asimismo, los grupos integran a varias familias y se estructuran en clanes o sociedades de linajes basados en el parentesco.

Dólmen Peñaguerra I


Los poblados estaban formados por diversas cabañas ovales, con zócalo de piedra y cubierta de madera. Se instalaban en pequeños territorios marcados por accidentes naturales y por dólmenes y menhires de la comunidad. El uso de las necrópolis para delimitar territorios es un hecho repetido en diferentes regiones megalíticas, donde se ha observado que los dólmenes se sitúan en puntos elevados que dominan y remarcan los límites territoriales de la comunidad.

LOS DÓLMENES


Como se ha dicho, la palabra megalito se refiere a grandes piedras de las lajas que conforman el interior de los dólmenes. Había una o varias cámaras (redondas, cuadradas o poligonales) comunicadas con el exterior mediante un corredor, que puede estar también tapiado. El conjunto se protegía con un túmulo de tierra y piedras, que daba solidez a la construcción. Eran panteones que podían acoger numerosos individuos y ser usados durante mucho tiempo; se accedía a la cámara por el corredor (aunque a veces era por la misma cámara), que quedaba sellado tras cada enterramiento.

Dólmen Collado del Mallo
DESCRIPCIÓN
Cogemos un camino que sube junto al campo de fútbol hacia la parte alta del pueblo. Desembocamos en una calle, continuando por la izquierda para rápidamente alejarnos de Nalda –SE-. Tras un repecho llegamos a una intersección: vamos por la derecha –SW-. Un poco más adelante pasamos flanqueados por unos corrales y observamos una fuente a la izquierda cercana al camino. Nos aproximamos a la rocosa silueta de Peña Seto y, mirando a la derecha, distinguimos una canal cercada por pinares –el barranco del Moro- por donde discurre la ruta. Y si desplazamos la vista conforme a las agujas del reloj podemos ver: los picos del Somero y el Viso (por donde bajaremos), Cerrollera, Peña Bajenza, las Peñas y Fosos de Viguera, el frondoso Serradero... completando un hermoso panorama del valle del Iregua que no nos defraudará.

Cerca de la base de Peña Seto giramos bruscamente y dejamos un par de caminos a la izquierda. Pasados unos 50 m de la curva, vemos a la izquierda un mojón de piedra del que parte una senda: seguiremos por ella –SE-, ganando altura hacia el barranco del Moro. A medida que progresamos por el mismo nos vemos envueltos por los pinares, pudiendo ver una fuente que brota del cauce. Arriba nos cruzamos con una pista forestal, teniendo a la derecha otra muy próxima, paralela al camino que llevábamos. Estamos en la zona de Peña Guerra, y continuaremos por la izquierda -N-. Pero antes de proseguir nos desviamos unos metros a la derecha, hacia el camino que hemos mencionado, donde vemos una hilera de piedras que constituye el dolmen de Peña Guerra II.

Peña Guerra II
Una vez reincorporados a la ruta y, tras un tramo de subida, llegamos a un punto donde el camino baja ligeramente en busca de una pista que vemos a cierta distancia. Aquí hay que tantear una senda que parte a la derecha entre los pinos y que conduce al dolmen de Peña Guerra I. Luego, regresamos al camino y avanzamos hacia la pista que antes hemos mencionado –NE-. Ya en ella seguimos por la derecha –SW-; a los 100-125 m vemos una trocha a ambos lados del camino, prosiguiendo por la izquierda –SE-. La vereda está jalonada de balizas, quedando interrumpida por una valla junto a la pista que lleva a Peña Aldera y Trevijano. Las marcas pasan al otro lado, pero no las seguiremos; superamos la valla por su parte inferior y accedemos a la pista, continuando por ella hacia la derecha –S-.

Dólmen en Peñaguerra

Mientras subimos vale la pena hacer una pausa y disfrutar del paisaje, al que se van añadiendo nuevos elementos: Clavijo, la Sierra de Cantabria, Cameros... Al final de la cuesta nos espera Peña Aldera, desde la cual comienza una bajada que nos permite ver Trevijano –S-. A los pocos minutos veremos a la izquierda el murete que rodea el dolmen del Collado del Mallo, en el que se aprecian los diversos trabajos de restauración que ha recibido. Luego, retornamos a la pista avanzando por la izquierda –SE-. No tardaremos en llegar a otro cruce; seguimos por la derecha –SW-. Más adelante nos aproximamos a los robles de la dehesa de Luezas, dejando a la izquierda un camino que baja hacia el pueblo. Proseguimos la subida –W- hacia el Pico Somero; cerca de su cumbre, llegamos a un collado cubierto de hierba donde hay diversas posibilidades para continuar. Nos desviamos hacia la derecha –W-, haciendo un giro que bordea la cima por su cara oeste entre algunos pinares. Tras ellos vemos otro collado, donde hay otra vía para bajar a Luezas; sin embargo, nuestra ruta sube por la derecha –N-.


Desembocamos en un prado con magníficas vistas y un amplio cortafuegos descendente por el que continuamos –NW- . El cortafuegos se ve interrumpido por una pista (de frente vemos unos roquedos), proseguimos por ella hacia la izquierda –W-. Más abajo pasamos la confluencia de los barrancos del Chorrón de San Marcos y del Planillo. Discurrimos cómodamente hasta una carretera; la ruta sigue por la derecha –NE- para volver a nuestro punto de partida. Sin embargo, a la izquierda, podemos ver la ermita de Villavieja que podemos visitar y cuyos alrededores están acondicionados con fuente y mesas para comer.


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Bibliografía
Libro "Paseos por Parajes Olvidados de La Rioja"

Texto y fotos
José María Rey García

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